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16 de febrero de 2024

el gobierno convoca a los agricultores para dialogar en España

 

Tras semanas de piquetes y
manifestaciones de tractores en las carreteras españolas, el gobierno convoca a
los agricultores para dialogar medidas de mejora. Éstas, sin embargo, parecen
lejanas.

Desde tractores cortando algunas de
las principales carreteras del Estado, hasta la compra de alimentos de
importación para su posterior destrucción a las puertas del mismo supermercado.
Son algunas de las imágenes que está dejando la movilización de agricultores en
toda España.

Las reivindicaciones no son nuevas,
sino que “vienen de lejos”, explica Josué Luis Sotillo, alcalde de Saelices de
la Sal y evangélico con conocimiento del medio rural, a Protestante Digital.
Sobre la mesa está el malestar por un exceso de burocracia que se come horas y
horas de trabajo, así como unas normativas comunitarias cada vez más exigentes
y generales y la lentitud de la llegada de las ayudas al sector. “Existe un
contraste grande entre las condiciones que se exigen desde la Unión Europea
para producir y las que tienen los productores de otros países no comunitarios,
de los que cada vez importamos más alimentos. Los agricultores y ganaderos
españoles tienen cada vez más el sentimiento de que están caminando hacia
situación ruinosa y de que nadie hace nada, y tampoco se les escucha”, asegura
Sotillo.

El gobierno ha anunciado que se
reunirá con los representantes de algunas de las organizaciones agrarias que
están organizando las movilizaciones, como la Asociación Agraria de Jóvenes
Agricultores (ASAJA), la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y
Ganaderos (COAG) y la Unión de Pequeños Agricultores y Ganadores (UPA). “Lo que
está haciendo el sector es una llamada de atención de que las cosas se tienen
que hacer con ellos y escuchándolos”, ha señalado el ministro de Agricultura,
Pesca y Alimentación, Luis Planas.

El aumento de las importaciones

Una de las principales causas del
malestar de los productores agrarios es la cuestión de las importaciones. Y es
que, en España, el 40% de la verduras, frutas y hortalizas que se consumen
provienen del extranjero. En un comunicado conjunto, ASAJA, COAG y UPA hablan
de “mercado desregulado que importa productos de terceros países a bajo precio”
y que “no cumplen las normativas internas de la Unión Europea”, calificándolo
de “competencia desleal”.

El geógrafo Miguel Wickham habla,
precisamente, de esta tendencia por la que España ha pasado de ser “un país
exportador de verduras y hortalizas, a un país donde importamos, por ser más
baratos, muchos productos”. “Al igual que una lechuga costaba mucho más de producir
en Holanda o Reino Unido que en Murcia, por los salarios y costes más bajos
aquí, esta situación ha cambiado, e importamos lechugas de Marruecos. Ahora nos
pasa a nosotros”, dice.

Por eso, los productores españoles
piden al gobierno y a la Comunidad Europea que limite los acuerdos de libre
comercio, como el Mercosur, con Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay,
o también otros con Nueva Zelanda, Chile, Kenia, México, India o Australia, los
cuales fomentan esas entradas de producto extranjero a un país (España)
conocido durante años por tener la “huerta de Europa” (en referencia a toda la
producción agrícola en Murcia y Almería).

“El asunto es bastante complejo y
seguramente se están analizando todas estas cuestiones por expertos y escapa a
mi conocimiento el saber si podríamos vivir sin las naranjas de Sudáfrica, las
judías verdes de Marruecos o las uvas de Perú”, afirma Sotillo. “Yo creo que
sí. Muchas veces el asunto es que se nos ofrece aquello que les va mejor a los
grandes distribuidores, que por otro lado son los grandes especuladores”,
agrega. “Ahí también tiene la palabra el consumidor, que debe tener una
formación para decidir, pero en muchos casos solo tiene información, y no
formación. No le importa de dónde viene un producto y el proceso que ha
llevado”, subraya.

La PAC, la política comunitaria y
falta de acuerdos

Pero si hay un término que se repite
en los debates sobre la situación del campo es el de las PAC, las Políticas
Agrarias Comunes de la Unión Europea. Los agricultores españoles las observan
como rígidas y poco ágiles, por lo que piden “flexibilización y simplificación”
ante la “excesiva burocracia” que les supone esta herramienta para acceder a
las ayudas económicas.

Una de esas medidas es la obligación
de dejar el 4% de las tierras que se cultivan en barbecho para poder acceder a
la financiación de las PAC, algo que la Comisión Europea estaría dispuesta a
flexibilizar. Por otro lado, también se pone la atención sobre los criterios de
reparto de las ayudas, ya que se cuestiona su pertinencia en casos como el de
la empresa Castrofresno SL, propiedad del duque de Alba, y que entre 2019 y
2023 ha recibido 134.000 euros de las PAC.

“La PAC se instituyó en los primeros
años de la UE para asegurar que el campo nacional de cada país siguiera
compitiendo, con subvenciones muy costosas, evitando la despoblación y la
dependencia sobre países en ultramar. El temor producido por el casi
desabastecimiento de varios países, como el Reino Unido, en la Primera y
Segunda Guerra Mundial planeaba sobre Europa en los años de la creación del
mercado común”, explica Wickham. “Pero llevó a un coste enorme y unas
subvenciones que, aunque mantuvieron a los agricultores, con maquinaria de alta
tecnología, en el campo, llegaron a ser un gran problema para las arcas
comunitarias. Pagar a agricultores por dejar campos en barbecho no es nada
eficiente a nivel económico. A corto plazo lo más barato es importar”, añade.

Que la propia Unión Europea está
dividida entre sus sectores nacionales de producción agrícola es evidente. Lo
ponen de manifiesto las manifestaciones en Alemania a principios de 2024, y el
boicot de los agricultores franceses a los productos provenientes de España e
Italia, a quienes acusan de utilizar otros tipos de fertilizantes y unos modelos
de producción más baratos que los suyos.

Agricultores franceses protestan con sus tractores en la carretera este mes de febrero de 2024. / Shougissime, Wikimedia Commons.

 

“España se ha beneficiado de la PAC,
pero ahora las subvenciones son menos, la burocracia es larga y complicada, los
costes de maquinaria y materiales, como el gasóleo y los productos como el
pienso, son muy altos y la ley de la cadena alimentaria de 2021, hecha para
impedir precios especialmente bajos para el productor, no llega a sus objetivos
por la falta de inspecciones”, señala Wickham. “Además, el control de la
calidad de las importaciones más baratas de fuera de la Unión es pobre”, añade.

Para Sotillo, parte de esta
problemática tiene que ver con el hecho de que se buscan soluciones “en
despachos y gabinetes técnicos”, que proponen “proyectos muy bien formados
sobre presupuestos teóricos, que normalmente están muy lejos de la realidad
porque hay un gran desconocimiento sobre las condiciones de vida en el campo”.
“La administración tiene que cambiar las ideas erróneas que ha mantenido
durante mucho tiempo sobre el mundo rural, como algo de poca importancia y algo
de lo que se puede prescindir. Pero también es necesario un cambio de
mentalidad general sobre lo que es la vida en el campo, pues para muchos
todavía tiene un significado peyorativo, una vida con grandes deficiencias y
con muy poco atractivo”, remarca.

La sequía, Además, la situación de la
sequía ha añadido gravedad a la situación. Especialmente en comunidades como
Cataluña y Andalucía, los productores de regadíos han visto sus trabajos
completamente interrumpidos hasta que la lluvia no caiga, y algunos han
denunciado lentitud a la hora de recibir las ayudas prometidas por la
administración ante esta excepcionalidad.

“En Catalunya las medidas de ayuda
por la sequía son insuficientes, los proyectos hidráulicos de emergencia para
la agricultura en Andalucía tampoco se realizan, y los seguros agrarios no son
suficientes”, asegura Wickham. “Todo indica que se está empezando a actuar
demasiado tarde y los recursos económicos para resolver la situación actual de
los campesinos no están disponibles”, añade.
 

Consumo y ética desde una perspectiva
bíblica

Con lemas como “Sin agricultores no
hay comida”, los productores aprovechan también las movilizaciones no solo para
dirigirse a la administración, sino al público consumidor en general. Algo debe
cambiar en la forma en la que consumimos. En este sentido, Wickham reconoce que,
en el marco de un contexto completamente globalizado y dominado por un mercado
sometido a escasas regulaciones, “parece que poco se puede hacer para la
mayoría de nosotros, que vivimos en grandes ciudades”. Peo añade matices.
“Podemos empezar con decisiones personales, consumiendo menos carne y productos
procesados, ayudando a reducir el impacto ecológico, pagando un poco más para
aumentar la demanda de productos orgánicos menos dañinos para la salud, usando
el agua más racionalmente, y en definitiva, intentando que mi vida no sea tan
manipulada y controlada por los sistemas actuales de producción y consumo”.

José Luis Sotillo también vive, como
muchos, con esa sensación de que “el mundo en el que vivimos hoy parece más
creación humana [que divina] Para los personajes de la Biblia, el mundo creado
por Dios funcionaba de otra manera. Y yo creo que la vida misma funciona de
otra manera. Así también, la vida cristiana, funciona de otra manera. Un
evangelista familiarizado con el cultivo de una huerta sabrá que no se lanzan
las semillas y ya está, que si quieres que arraiguen y broten las plantas tal
vez tengas que dedicar bastante tiempo y esfuerzo a preparar la tierra. Un
pastor familiarizado con el cuidado de animales sabe que cada oveja es especial
y requiere un tratamiento distinto. Y si es hortelano, sabrá que las plantas
tiernas requieren un cuidado diario hasta que desarrollan y se hacen fuertes.
El predicador familiarizado con el fuego del hogar sabe que encender el fuego
cada día no es fácil, no es como pulsar un botón. Así que cuando predica, no es
tan importante que todo el mensaje cumpla con todos los requisitos de correcta
interpretación bíblica, como con que la Palabra de Dios prenda y comience a
arder en los corazones de sus oyentes”, opina.

“La vida en contacto con la
naturaleza nos abre otras perspectivas y cambia también nuestra manera de
relacionarnos con Dios”, agrega Sotillo. “Antes de la Revolución Industrial, la
gran mayoría de las personas vivían o tenían un contacto muy directo con el
campo. El impacto diario de una naturaleza sorprendente y cambiante penetra
hasta rincones del ser poco explorados”, reitera.

 

Fuente:
protestantedigital.com

 

 

 

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